Los tres últimos informes que ha emitido el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático dicen claramente que en forma inequívoca, es decir en forma indiscutible, el calentamiento del ambiente terrestre se ha venido incrementando especialmente en los últimos 50 años en una magnitud verificada de 0.74 grados centígrados y para los próximos 100 años se considera que por lo menos se elevará en 3 grados centígrados, con una discernible participación humana dentro de este proceso.
Se sabe que en los últimos 650,000 años jamás la Tierra ha tenido una concentración de bióxido de carbono como ahora y que desde 1995 hasta la fecha se han producido los 11 años más calurosos de los últimos 1300 años.
Como consecuencia de ello y como era predecible, los glaciares vienen reduciendo su volumen ostensiblemente a un ritmo cada vez más creciente o aceleradamente lo cual es más evidente en las cuencas donde tenemos estos hermosos adornos de la naturaleza y donde la población observa con suma tristeza cómo esas fuentes de recurso vital y al mismo tiempo fuente de ingresos económicos por efectos del turismo se va extinguiendo paulatina e inexorablemente quizás hasta cuando retorne otro período de enfriamiento quizás dentro de unos cuantos miles de años.
Mientras tanto lo países pobres que viven exclusivamente de sus recursos naturales vienen padeciendo los impactos y consecuencias de la elevación de la temperatura en el medio ambiente terrestre.
No solamente se trata de la elevación de la temperatura, sino también el cambio de ciclo hidrológico, la proliferación de especies oportunistas, la elevación de los niveles productivos de los cultivos, desaparición de especies o pérdida de la biodiversidad, reaparición de enfermedades tropicales trasmitidas por vectores, intensificación en frecuencia y severidad del Fenómeno El Niño. Acelerado retroceso de los glaciares en proceso de extinción evidentemente.
Ante ello se plantean las dos alternativas de enfrentar estos hechos y ellos son la mitigación o sea atacar las causas del fenómeno invernadero y la adaptación o sea reajustar nuestros sistemas a las nuevas condiciones.
Los países pobres fundamentalmente tenemos que adoptar los procesos de adaptación para adecuarnos a las actuales condiciones que nos plantea la naturaleza desde diferentes puntos de vista.
Dado que el principal elemento de vida es el agua y justamente el recurso en peligro tenemos que asumir decisiones que permitan el uso sostenible del recurso de tal manera de conservar fuentes de agua para las próximas generaciones.
Consiguientemente las alternativas que nos esperan son las relacionadas a una adecuada gestión del agua, tanto desde el punto de vista de la oferta como fundamentalmente de la demanda.
La crisis que actualmente se vive en el agua no es precisamente todavía por su escasez sino por su mal uso, excesivo dispendio especialmente en el sector agrícola donde se consume entre el 80 y 85% del recurso con una eficiencia que apenas llega al 30 %.
Se impone entonces un proceso de reformulación de los sistemas de riego anticuado que usan nuestros agricultores pero ello constituirá todo un proceso en el que la mayor tarea es la sensibilización de la población usuaria en general.
Agotadas las instancias del uso eficiente del agua podremos proceder a gestionar una mayor oferta del recurso y consiguientemente efectuar mayores inversiones.
El aspecto fundamental y crítico es iniciar desde ahora la gestión de tal manera que la consecución el balance hídrico equilibrado entre la oferta y la demanda constituya el mejor legado que podemos dar a las nuevas generaciones dentro de un contexto de panificación a largo plazo, por lo menos con un horizonte de 30 años.
César Portocarrero Rodríguez
Se sabe que en los últimos 650,000 años jamás la Tierra ha tenido una concentración de bióxido de carbono como ahora y que desde 1995 hasta la fecha se han producido los 11 años más calurosos de los últimos 1300 años.
Como consecuencia de ello y como era predecible, los glaciares vienen reduciendo su volumen ostensiblemente a un ritmo cada vez más creciente o aceleradamente lo cual es más evidente en las cuencas donde tenemos estos hermosos adornos de la naturaleza y donde la población observa con suma tristeza cómo esas fuentes de recurso vital y al mismo tiempo fuente de ingresos económicos por efectos del turismo se va extinguiendo paulatina e inexorablemente quizás hasta cuando retorne otro período de enfriamiento quizás dentro de unos cuantos miles de años.
Mientras tanto lo países pobres que viven exclusivamente de sus recursos naturales vienen padeciendo los impactos y consecuencias de la elevación de la temperatura en el medio ambiente terrestre.
No solamente se trata de la elevación de la temperatura, sino también el cambio de ciclo hidrológico, la proliferación de especies oportunistas, la elevación de los niveles productivos de los cultivos, desaparición de especies o pérdida de la biodiversidad, reaparición de enfermedades tropicales trasmitidas por vectores, intensificación en frecuencia y severidad del Fenómeno El Niño. Acelerado retroceso de los glaciares en proceso de extinción evidentemente.
Ante ello se plantean las dos alternativas de enfrentar estos hechos y ellos son la mitigación o sea atacar las causas del fenómeno invernadero y la adaptación o sea reajustar nuestros sistemas a las nuevas condiciones.
Los países pobres fundamentalmente tenemos que adoptar los procesos de adaptación para adecuarnos a las actuales condiciones que nos plantea la naturaleza desde diferentes puntos de vista.
Dado que el principal elemento de vida es el agua y justamente el recurso en peligro tenemos que asumir decisiones que permitan el uso sostenible del recurso de tal manera de conservar fuentes de agua para las próximas generaciones.
Consiguientemente las alternativas que nos esperan son las relacionadas a una adecuada gestión del agua, tanto desde el punto de vista de la oferta como fundamentalmente de la demanda.
La crisis que actualmente se vive en el agua no es precisamente todavía por su escasez sino por su mal uso, excesivo dispendio especialmente en el sector agrícola donde se consume entre el 80 y 85% del recurso con una eficiencia que apenas llega al 30 %.
Se impone entonces un proceso de reformulación de los sistemas de riego anticuado que usan nuestros agricultores pero ello constituirá todo un proceso en el que la mayor tarea es la sensibilización de la población usuaria en general.
Agotadas las instancias del uso eficiente del agua podremos proceder a gestionar una mayor oferta del recurso y consiguientemente efectuar mayores inversiones.
El aspecto fundamental y crítico es iniciar desde ahora la gestión de tal manera que la consecución el balance hídrico equilibrado entre la oferta y la demanda constituya el mejor legado que podemos dar a las nuevas generaciones dentro de un contexto de panificación a largo plazo, por lo menos con un horizonte de 30 años.
César Portocarrero Rodríguez
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